EL VIAJE DE LA SANTINA EN EL AVE (A propósito de un despropósito)

 

Foto: Pablo Lorenzana (Diario El Comercio)


    Estupefacta quedé al leer la noticia de que, en la estación de la Renfe de Oviedo, se recibió a una réplica de la imagen de la Santina procedente de la iglesia de San Antón en Madrid. Venía acompañada del Padre Ángel. Fue una visita relámpago de apenas cinco horas, con la que el sacerdote quiso recordar el mismo viaje que hizo, en sentido contrario, hace cincuenta años, en un Seat 600.

    Patidifusa seguí al leer que la llegada de la imagen fue vitoreada con ovaciones y piropos por parte de los viajeros que estaban en la estación. En la prensa leo también que hubo música -teclado y gaitero-, incluso un coro formado por integrantes de cuatro agrupaciones.

    Atónita continué al ver cómo fue transportada en brazos de un porteador que tuvo buen cuidado en presentarla erguida y de frente. Pasmada, cuando leí que la imagen se desplazó en furgoneta, para visitar residencias que la organización del Padre Ángel tiene en Asturias, donde recibió cánticos y rezos.

    Y cuando finalicé la lectura del relato llegué al culmen de mi sorpresa pues, por lo visto, el mismo ministro de Transportes, Óscar Puente, medió para que viajara con asiento propio, gracias a un billete impreso con el documento nacional de identidad del director general de Renfe.

    Quiero creer que se trata de una inocentada adelantada del Padre Ángel. A muchos les parecerá un acto simpático, cariñoso, navideño, pero yo lo considero patético, ridículo, una parodia berlanguiana. Es más, como fui educada en el respeto a las imágenes religiosas, me resulta muy incómodo ver a la Santina -aunque se trate de una réplica- en esa forma y manera.

     Si la imagen forma parte del templo de San Antón de Madrid, será sagrada y cientos de personas le dedicarán sus rezos y plegarias, supongo que con respeto y veneración. Si la Virgen está sacralizada, me pregunto ¿se desacraliza para subirla al tren, que ocupe un asiento, que después la porte un hombre cualquiera, y que incluso la transporten en una simple furgoneta? No lo entiendo.

    El problema no es que el Padre Ángel protagonice un acto patético, ridículo, estúpida parodia berlanguiana, sino que, al ser sacerdote, convierte a la Iglesia en burladora, con la consiguiente pérdida de autoridad en la crítica a los que, de ahora en adelante, se burlen de los símbolos e imágenes religiosas. Son los nuevos tiempos, en los que todo vale para salir en los medios.

Reportaje de El Comercio.

 

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