"YA LA REINA ESTÁ EN OVIEDO" Discurso de entrada en la A.I.P.C.

 









“YA LA REINA ESTÁ EN OVIEDO”

Discurso de recepción en Academia Internacional de Ceremonial y Protocolo de la académica de número Ana María Lobeto Álvarez

Sevilla, 22 de septiembre de 2023 

Excelentísima señora directora, ilustrísimos señores y señoras académicos:

A muchos kilómetros de mi tierra y sin la presencia de mis familiares y amigos, reconozco que me siento igualmente feliz y acompañada. Me acogen en la Academia Internacional de Protocolo y Ceremonial  y por ello deseo comenzar diciendo la palabra “gracias” a todos ustedes, pero, de manera especial, a las dos personas que han presentado mi candidatura.

Doña Dolores del Mar Sánchez suma a su espectacular bagaje académico y capacidad de trabajo, la bonhomía. La conocí en el año 2016 y me sorprendió el sello personal que imprimía en el congreso, convirtiendo la cita anual en Madrid en un evento familiar y cariñoso, además de académico y profesional.

Don José Manuel Mesa Göbel tiene también un papel especial en el día de hoy. A lo largo de estos años y con independencia de la función que tuviera asignada, mostró en toda ocasión un carácter comprensivo ante muchas de las dudas que me fueron asaltando, en relación a contenidos, fechas, edición y, sobre todo, planificación. A ambos les doy las gracias por su confianza y apoyo.

Aún no había cumplido 18 años cuando comencé mis estudios de Geografía e Historia y recuerdo el azoramiento que sentí el día que mi padre me dijo, orgulloso, que yo era la primera universitaria de la familia. Tantos años después, asumo que me he convertido en eterna estudiante y fiel activista académica.

Estoy lejos de mi tierra y en esta mañana soleada y aún calurosa del septiembre sevillano, siento sin embargo la atmósfera gris y húmeda del edificio histórico de la Universidad de Oviedo, donde me encontré un día de febrero de 2002, varios años después de haber terminado mis estudios universitarios en la Facultad del Cristo. Rodeada de un grupo de treinta y tantas personas, todas ellas desconocidas, comenzaba el curso de “Experto en Protocolo y Ceremonial, Heráldica y Vexilología” y lo hacía con ilusión y compromiso. El recuerdo de ese día se hace presente hoy.

“Minutos antes de las nueve de la mañana, una figura me llama la atención. Se trata de un hombre que se acerca acompañado de otras personas. Es de baja estatura y camina encorvado, con una carpeta bajo el brazo. Le supongo muy mayor y cuando comienza a hablar, descubro con sorpresa que tiene un marcado acento catalán. Improvisa un discurso a partir de unas pocas notas que lleva escritas a mano en una cuartilla y nos transmite, en pocos minutos, pasión, respeto y sabiduría a partes iguales.

Los alumnos nos sentamos en bancos de madera corridos. Las mesas están garabateadas e incluso inscritas con mensajes de antiguos alumnos de la Facultad de Derecho. Las paredes son altas y están decoradas con retratos de antiguos profesores, todo me impresiona y hace que mi imaginación se dispare”.

Sé que las impresiones favorables que recibimos dependen de las expectativas, también de nuestro bagaje y creo que a partir de ese momento comencé a encontrar el sentido a muchas de las prendas y complementos que llevaban guardadas en mi maleta tanto tiempo. Las lecciones de uno de mis maestros en el colegio de Campo de Caso, entusiasta enamorado de “La Rendición de Breda” de Velázquez. El respeto por las instituciones, que siempre nos inculcaron en la escuela. La afición por las ceremonias y eventos protagonizados por reyes y princesas, sobre los que tanto leí desde pequeña en las revistas "del corazón "que compraban mis dos abuelas, Joaquina y Marina. El hábito lector, sobre el que en mi casa no se negociaba. Volvamos al pasado reciente.

“Don Felio nos anuncia que arrancamos el curso con una clase magistral a cargo de don Miguel Díaz-Pache. Me emociona escuchar de primera mano a uno de los responsables del ceremonial de salida de España de los restos de Balduino de Bélgica, o de los funerales de don Juan de Borbón. También nos habla de las ceremonias de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, y de la Expo de Sevilla. En apenas una hora nos transmite el valor y significado de una ceremonia y yo siento que estoy enamorada”.

Esa pasión por el ceremonial y protocolo me acompaña desde entonces. La alimenté con el siguiente curso que realicé en la Universidad de Oviedo y Escuela Diplomática de Madrid, de “Especialista en Protocolo y Ceremonial del Estado e Internacional”, en otros muchos cursos y módulos de menor duración, y en los cientos de cursos de formación que impartí desde 2005, entre los que incluyo mi trabajo en la Facultad de Turismo de Oviedo.

Desde el momento en el que la profesora Dolores del Mar me anunció que tendría la oportunidad de leer este discurso, supe que escogería algún contenido relacionado con mi tesis, que defendí en abril de 2021 en la Facultad de Humanidades del Milán. La académica doña Consuelo Juanto Jiménez fue integrante de mi tribunal y recordará mi felicidad en la exposición, la ilusión con la que expuse mi trabajo, la emoción y agradecimiento con la que escuché sus valoraciones. Fue uno de los días más felices de mi vida, la “llegada a puerto” de un viaje largo, en el que los sacrificios estuvieron siempre minimizados gracias a mis dos grandes maestros y jóvenes codirectores, Miguel Calleja Puerta y María Álvarez Fernández, a quienes siento, aquí y ahora, conmigo. Siempre lo están, aunque no puedan estar presentes.

Mi principal línea de investigación está orientada al protocolo y ceremonial histórico. El punto de partida lo constituyó el trabajo de investigación que realicé para obtener la Suficiencia Investigadora, titulado “La comunicación política de los príncipes de Asturias en los documentos a fines de la Edad Media”, a través del que quedó en evidencia la existencia de un programa diseñado para el heredero de la Corona. A partir de ahí, constituía un reto interesante averiguar el papel que podía adquirir el Principado de Asturias en relación al conjunto de las figuras regias.

Esa cuestión la acometí en mi tesis, dedicada al estudio de la conmemoración en el Principado de Asturias de acontecimientos vinculados a las figuras regias: por un lado, los Nacimientos, Bodas, Muertes y Proclamaciones y por el otro, las Visitas Regias a Asturias. El marco cronológico se extendió desde el siglo XVI hasta 1931 y en cuanto a las fuentes, utilicé documentos procedentes de la colección de la Junta General del Principado, y del Archivo Histórico del Ayuntamiento de Oviedo.

En este planteamiento general y de conjunto, hubo una figura que me llamó enseguida la atención: Isabel II, la primera reina constitucional de España. Su nacimiento ya fue festejado de forma especial, al igual que su proclamación como princesa y como reina. Con ocasión de su matrimonio y con motivo de los nacimientos de sus hijos, se elaboraron programas de eventos tan cuidados que convierten su reinado en el punto culminante del uso propagandístico de la imagen de la monarquía, en la Historia de España.

 A través de la lectura de las actas y de las noticias de prensa, fui obteniendo gran cantidad de referencias que me permitieron colegir que, durante su reinado, se diseñó desde el Palacio Real un programa propagandístico que tenía en el Principado de Asturias una de sus vértebras más importantes. El programa combinó como pocos la solemnidad de las ceremonias con la naturalidad en los gestos, la utilización de la prensa con el recurso a los mitos históricos de raíces medievales.

De entre todos los actos, he decidido escoger para esta cuestión el viaje que realiza a Asturias en 1858. El calendario de la visita se extendió desde el 31de julio hasta el 31 de agosto. Incluyó visitas a las ciudades y localidades más importantes, buscando el contacto con todas las capas de la población, favoreciendo además la oportunidad de promocionar y difundir la riqueza cultural y folklórica de la región.

El programa se surtió de un gran número de elementos propios de los actos protocolarios o ceremonias de tipo social -bailes, banquetes-, civil -entradas, aclamaciones, recepciones y besamanos, visitas a empresas e instituciones, y religioso misas y Tedeum- que fueron repartidos en una serie de etapas, dejando como día de descanso tan solo cinco jornadas: 10, 20, 22, 25 y 29 de agosto.

En este caso, la fuente principal para su estudio es una crónica titulada Viaje de SSMM los Reyes y AA a las provincias de León, Asturias y Galicia, escrita por Juan de Dios de la Rada y Delgado, al que la Real Academia de la Historia presenta como “arqueólogo, historiador y escritor, anticuario interino”. El viaje fue uno más de los numerosos que hizo la reina por las tierras de España y también uno de los temas tratados por Ignacio Herrero de Collantes para su discurso de entrada en la Real Academia de la Historia, en 1950.

La crónica de Rada y Delgado fue convertida en libro, del que disponemos de un ejemplar en la biblioteca del edificio histórico de la Universidad de Oviedo. Su interés es muy grande, y no solo reside en la descripción de los viajes de la reina, sino que sirve de estupenda promoción de los recursos naturales, culturales, paisajísticos, artísticos y folklóricos más destacados de las provincias. Tan importantes como los textos son los grabados y las fotografías. El autor de la mayoría de estas fue Charles Clifford. Para el caso asturiano, la autoría de las imágenes fotográficas corresponde a Terán.

La estancia comprendió visitas a las ciudades y localidades más importantes de Asturias, buscando el contacto con todas las capas de la población, favoreciendo además la oportunidad de promocionar y difundir la riqueza cultural y folklórica de la región. Si bien la estancia en Gijón y la visita a Covadonga adquirieron, por diversos motivos, un protagonismo especial, el programa se desarrolló en base a una selección de los recursos naturales, culturales, paisajísticos, artísticos y folklóricos más destacados de Asturias, que se vieron convenientemente realzados por la pluma de Rada y Delgado, las fotografías de Terán y el ingenio -según los gustos de la época- de las poesías y elegías compuestas en honor a la visita real.

Me interesa especialmente el proceso de organización y desarrollo del programa del viaje. A Asturias se trasladó un equipo humano formado por 235 personas, que Bernardo Riego clasifica como “sirvientes, palafraneros, copistas y demás personal de servicio” que llenaron las pensiones de las ciudades, animando la economía local, que debía proveer las “necesidades de alojamiento, caballos y carruajes, muebles, enseres y comida”, de cuyo importe se conservan las facturas en el archivo del Palacio Real. Es fácil entender la preocupación del Gobernador acerca de la existencia en Asturias de abastos y de espacios para alojarles, la provisión de los aparatos de seguridad necesarios y la localización y reserva de las residencias que fueran dignas de albergar a la reina, su familia y miembros de su séquito. Por otra parte, la imposibilidad de realizar los desplazamientos por ferrocarril, aumentaba la dificultad del viaje y generaba una incomodidad traducida en gasto de tiempo y esfuerzo.

De esta cuestión se encargó una comisión formada por representantes de la Diputación y del ayuntamiento de Oviedo. La solución más práctica consistía en que la reina y sus allegados se alojaran en residencias particulares de los nobles más importantes del momento: Palacio de Camposagrado en Oviedo, Palacio de Revillagigedo en Gijón, Palacio de Ferrera en Avilés y Palacio de Cortés en Cangas de Onís, todos ellos visitables en la actualidad: el primero como sede del Tribunal Superior de Justicia de Asturias; el segundo como centro cultural; el tercero y cuarto como hoteles. Una excepción fue en Mieres, donde se alojó en la Escuela de Capataces, que fue ofrecida por el director de la Fábrica al Gobernador de Asturias.

Disponemos de noticias muy curiosas sobre los alojamientos, por ejemplo: El palacio de Camposagrado de Oviedo, cuya construcción había sido iniciada en 1719, tuvo que ser completado con muebles y enseres adecuados al nivel de los moradores ocasionales. Se encargó su compra en París, solicitándose el conducto de don Eduardo Fittyplace, director de la Fábrica de Mieres. Contamos con una relación de los muebles y enseres utilizados, así como de la lista de personas encargadas de subir los muebles a las correspondientes dependencias, que fueron subastados una vez finalizó la estancia.

Lo habitual era adornar profusamente los edificios; por ejemplo, en la fachada principal del palacio de Revillagigedo se dispuso una portada decorada con jardines y surtidores, también con representación de los reyes asturianos. Se habilitó incluso una tienda para que la reina accediera a sus baños de mar con total privacidad, de sala de descanso, dormitorio, tocador, guarda-ropa y sala de baño.

Nos detenemos especialmente en su estancia en Oviedo.  Allí permaneció desde el 31 de julio hasta el 6 de agosto y protagonizó un intenso programa de actos que combinaba todo tipo de eventos de carácter social, empresarial e institucional.

La reina fue agasajada con gran cantidad de recepciones y banquetes. Unas fueron ofrecidas por las autoridades de la provincia, que incluso prepararon un bufet en una tienda montada en el Prau Picón; hubo besamanos en la Universidad y en el palacio del marqués de Santiago, un almuerzo frente al jardín de la casa del director de la fábrica de Trubia y teniendo en cuenta el gusto de la reina por el contacto con sus súbditos, un banquete para 250 personas en uno de los talleres grandes de esta fábrica.

Visitó las fábricas de armas de la Vega en Oviedo, y de Trubia, siempre acompañada de autoridades. Aún se conserva en el espacio exterior de la fábrica el busto de la reina Isabel II, que fue hecho en hierro por el taller de Bertrand. Las crónicas se refieren a la escasa duración de la visita, que transcurrió en una hora de la tarde. El busto de la reina se adornó con un parterre para disimular su mal estado. En la de Trubia conoció los talleres y colocó la primera piedra de un taller nuevo.  

 Fue recibida en las iglesias de San Tirso, San Juan, San Pedro, el palacio Episcopal, el hospicio, el convento de Santa Clara, el hospital civil. Por supuesto, visitó la catedral para rezar y adorar la cruz de la Victoria.

En la universidad de Oviedo fue acogida por el claustro, recorrió los gabinetes de historia natural, física, la biblioteca; escuchó una oda recitada por un alumno, conoció el jardín botánico. Los detalles de la visita a la Universidad están recogidos por Ana Quijada Espina, que comenta el recibimiento en la puerta principal por el claustro presidido por el rector y vestido en traje académico y la entrada al patio con pompa de acompañamiento.

De todo este conjunto, nos ha llamado la atención, sobre todo, los paseos y aclamaciones. Tal parece que la reina no perdía oportunidad de tomar contacto con sus súbditos, tanto para ser vista -como cuando se asomó al palacio del balcón del palacio donde se hospedaba, tras la cena de la primera noche, o con su hijo en brazos, en la segunda- como para mezclarse con la multitud, sin miedo ni prevención: la reina acude con su hijo al paseo del Bombé -se trata de un espacio integrado en el parque de San Francisco de Oviedo, muy popular entre los ovetenses- y asiste a un espectáculo de fuegos artificiales en el Prau Picón.

El texto abunda en expresiones grandilocuentes e insiste en la devoción mutua que se profesan soberana y asturianos. Recuerdo de la estancia de la reina y su familia en Oviedo no son solo las crónicas, sino también las poesías dedicadas, de las que se ha conservado una colección. La mayoría están escritas en castellano, pero también existen varias en asturiano, lo que es muy interesante teniendo en cuenta que estamos hablando de mediados del siglo XIX. Una de ellas fue compuesta por el poeta mierense Teodoro Cuesta, que en un estilo sencillo y popular dedicó una danza “A la feliz llegada de SS.MM. y AA. a la ciudad de Oviedo”. No resisto la tentación de leerles algunas estrofas:

Ya la Reina está en Uviedo

ya la xente alegre danza;

y mil ixuxús s’escuchen

qu’el pueblu gozosu llancia.

Cuerren hombres y muyeres

deseosos de miralla,

pos alloriaos d’afechu,

están con ventura tanta.

Feliz ¡oh pueblu! que tienes

la dicha tan envidiada

de que a vesitate venga

la noble Reina d’España…”

Dedicamos estas líneas a la figura de la reina… y podríamos hacerlo también al príncipe. Don Alfonso tenía entonces poco más de un año y se convierte en el gran protagonista de la visita. Prueba del cariño que le tenían los asturianos son estas otras estrofas, de la misma composición:

Trai al Príncipe d’Asturias

a quien Asturias aclama

com’un anxelín hermosu

pos ye d’anxelín so cara.

Quiera Dios, niñín queridu,

fíu de ilustres monarcas,

qu’esti pueblu, de quien lleves

el timbre que nos ensalza,

te mire siempre dichosu

y en vida tranquila y llarga,

vea el mundu en ti a otru Alfonsu

como’l Sabiu Rey d’España.

Consuelo Juanto Jiménez está realizando una intensa investigación sobre el ceremonial que siguieron las Diputaciones provinciales del siglo XIX, y sus ayuntamientos, con motivo de las visitas regias. En un artículo publicado recientemente en la Revista de Estudios Institucionales, se refiere a cómo la documentación transmite el esfuerzo de la Diputación por solemnizar al máximo estas visitas y contribuir por tanto a fortalecer la imagen de poder.

Podemos añadir muchos otros ejemplos, pues, al igual que ocurrió en Asturias, las provincias fueron objeto de cuidadas visitas que tenían como objetivos los que ya comentamos. Es por ello que nos preguntamos lo siguiente: ¿Puede presumir Asturias de tener algún valor diferencial? ¿Distingue a nuestro territorio -solar del príncipe heredero desde 1388- alguna cualidad que convierte en excepcionales sus relaciones con la Corona?

Retomo de nuevo el tema de mi tesis, en la que explico cómo, sobre todo en las crónicas, se aprecia un uso interesado de la simbología y de los mitos: Asturias como primer solar de la monarquía, la monarquía asturiana como referente de la historia de España, el valor de Covadonga como escenario histórico-religioso de gran trascendencia. Ya que nos hemos detenido sobre todo en la visita a Oviedo, no olvidemos que en su Cámara Santa se custodia la Cruz de la Victoria, esa joya que Alfonso III donó a la iglesia de San Salvador en el 908. Alfonso III, último gran rey asturiano, primero de León, cuyo descendiente Alfonso VI, ordenaría el traslado de las reliquias desde Toledo. En la catedral, también, se encuentra el panteón de los reyes de la monarquía asturiana.

Sí, efectivamente, esa otra historia, pero todo está muy relacionado. Cuando en 2019 la princesa de Asturias, doña Leonor, protagonizó su primera visita oficial al Principado con motivo de su asistencia a los Premios que llevan su nombre, la Familia Real vivió un auténtico baño de masas que comenzó precisamente en la llegada a la catedral de Oviedo y su visita a la Cámara Santa, siguiendo por otros lugares destacados, como Covadonga, ahí donde la leyenda sitúa la batalla del mismo nombre, y los estudios históricos sitúan la localización de escaramuzas entre astures y musulmanes.

Comenzaba este discurso recordando mis estudios en la Universidad de Oviedo y dejándome llevar por la ilusión del relato, he acabado aludiendo a esos mitos que tanto nos alimentan, como pueblo y como personas. Y hoy, en esta mañana soleada y aún calurosa del septiembre sevillano, alejada cientos de kilómetros de la tierra que vio nacer a mis padres y abuelos, a mi marido e hijos, me siento feliz y orgullosa al comprobar que soy apreciada por mi trabajo y reconocida por mis esfuerzos en este campo de estudio del Ceremonial y el Protocolo, en los que tuve como primer maestro a don Felio Vilarrubias, para el que hoy tengo un cariñoso recuerdo; también, como no, para don Julio Carbajo, co-director de los cursos y profesor de la Facultad de Derecho, a quien tengo el honor de reconocer como otro de los miembros de mi tribunal de tesis.

Antes de terminar, comparto con ustedes un secreto. Cuando realicé el curso de Experto en Protocolo y Ceremonial, descubrí en el edificio histórico de la Universidad de Oviedo un rincón que, desde entonces, se convirtió en mi favorito en la ciudad. Se trata de un pequeño jardín, contiguo al Colegio de Recoletas, al que se accede desde el patio central interior. En el centro de este jardín se alza un busto de hierro que representa a una joven Isabel II, erigido en 1859 para conmemorar la visita de la reina. Si van a Oviedo, les animo a que lo visiten. Deténganse y respiren, capten la atmósfera de esta ciudad tan especial y elegante, cuya universidad, de la que soy hija, dio nombre a un “espíritu” vinculado al protocolo y al ceremonial. Muchas gracias.

 



Dolores del Mar Sánchez, mi madrina académica, presidenta de la Academia y de la Sociedad de Estudios Institucionales, en los instantes anteriores a la entrega del diploma y la insignia, cuyo detalle podemos ver en la foto inferior.

 

 




Comentarios